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lunes, 26 de noviembre de 2012

Parasha de esta semana: Vaishlaj

Iaacov temía ahora que Esav tratara de llevar a cabo su intención de matarlo. Preparándose para lo peor, dividió a la gente y sus bienes en dos campamentos. De esta forma, si un campamento era atacado, la gente del otro tendía oportunidad de escapar. laacov eligió ese momento de gran temor para rogarle a Hashem que lo salvara de las manos de su hermano. 

Cuando se disponía a cruzar apareció un individuo que comenzó a luchar con él, y ambos estuvieron forcejeando basta la madrugada. Este individuo, que según explican nuestros sabios era, efectivamente, el ángel que representa a Esav y sus descendientes en el cielo, no pudo vencer a Iaacov, pero consiguió herirlo en un muslo. Iaacov logró sujetarlo y rehusó liberarlo hasta que no recibiera de él una bendición. Su deseo le fue concedido: el ángel lo bendijo y le aseguró que de allí en adelante sería conocido por el nombre de Israel. 
Iaacov cojeaba al alejarse del lugar en que había tenido lugar la lucha. Es por esta razón que hasta hoy en día no comemos el guidh anashé (tendón del muslo) de ningún animal. 
Cuando Iaacov vio a Esav aproximarse junto con sus seguidores, ubicó a cada hijo cerca de su respectiva madre. 

Esav, al contemplar toda la escena y ver a Iaacov inclinándose, se sintió muy conmovido, corrió hacia su hermano y lo besó. Los dos comenzaron a llorar. La promesa de Di-s sobre la seguridad durante el viaje de regreso se había cumplido. 
Iaacov se separó del hermano y llegó a Shejem. Alli compró tierras, alzó su tienda y construyó un altar en agradecimiento a Di-s. 


El príncipe de Shejem secuestró a Dina y la obligó a vivir con él. Ninguno en Shejem protestó por esta conducta inhumana. Shimón y Leví fueron a la ciudad. Rescataron a su hermana y luego castigaron al culpable, a todos los cómplices y a los que habiendo podido ayudar a Dina, no lo hicieron. 
Por mandato de Di-s, Iaacov regresó a Bet-El, donde construyó un nuevo altar como expresión de gratitud al Señor, Quien se le apareció y le renovó Su promesa de darle la tierra a él y a sus descendientes. 


Itzjak murió a la edad de ciento ochenta años y fue sepultado por sus hijos Esav y Iaacov. 
Esav se había convertido en un hombre muy rico y no había suficiente tierra en Kanaán para sus rebaños y los de Iaacov. En consecuencia, Esav se reasentó con su familia en el monte Seir, en Edom, una tierra que sus descendientes habitaron por muchos años.


Daniel Museyri

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